IDENTIDAD DE LA TUNA ESPAÑOLA


Recientemente, Rafael Asencio, tuno de medicina de Cordoba y Alicante, investigador del mundo de las tunas y profesor de la Universidad de Alicante, nos dice que dentro de poco saldrá un libro de Antonio L. Moran, publicado por la Universidad de Salamanca, el cual esperamos con sumo interés y que estamos seguro será un importante aporte a profundizar el conocimiento sobre la identidad de la Tuna española.


Hacia 1996, Antonio Luis Moran, “Carapardi”, investigador e integrante de la Tuna Universitaria de Cuenca, nos contaba que junto a dos compañeros ya llevaban un año y medio trabajando en la realización de un libro sobre el Repertorio de la Tuna: Cancionero, brindis, chascarrillos y recitados. Percibimos que ese gran desafío era asumido con gran rigor científico, que estaba destinado a tener significativa trascendencia y a llenar el vacío existente en ese ámbito. Múltiples han sido los temas que fueron surgiendo en el transitar por el proyecto musical y que han sido materia de su clarificadora visión.


La Beca, símbolo de pertenencia
Un año después, cuando el proyecto ya abarcaba 700 páginas, ya tenían catalogadas unas 550 referencias discográficas y se encontraban revisando en Madrid “pliegos de cordel”, y al honrarnos con el envío de su beca institucional nos compartió su visión sobre el vestuario y, particularmente, sobre este símbolo que se porta sobre el pecho:
“Pues como sabrás, (la beca) no tiene más de cuarenta años de existencia. Es algo que apareció tras la guerra civil, por un lado como una especie de intento de recordar las becas que simbolizaban algunos grados académicos en determinadas universidades y colegios salmantinos hasta el siglo XVII; y por otro una especie de respuesta al proceso de generalización de la universidad y estudios universitarios en la mayoría de provincias desde los años cuarenta.
Así la Tuna ha seguido una especie de proceso histórico que, como en otras tantas cosas, va en progresión casi geométrica. Se parte de la figura, principalmente individual, del escolar juglar o goliardo escolar en la Edad Media. Con el siglo XVI la tendencia al grupo, con variadas denominaciones hasta llegar a “Tunante” y demás. En el XIX esos grupos ya son más o menos estables y comienzan a adscribirse a determinada universidad (ej: la Tuna escolar compostelana). Ya en el siglo XX, no responde sólo a una universidad, sino a una carrera dentro de esa universidad.



La beca, así, es un distintivo de pertenecer a tal o cual Tuna de esta o aquella universidad, no de pertenecer a la Tuna en abstracto, aunque actualmente también es distintivo de ser “tuno veterano” en contraposición al novato o pardillo (en la jerga antigua “Tyron” ó “Albillo”). La inmensa mayoría de los colores son “inventados”, pues no existe constancia documental de que se correspondieran con tal o cual estudio de tal o cual sitio. Además, por pura lógica todos sabemos que hace siglos no había tantas ramas diferentes en ninguna universidad. Respecto a los escudos de las becas, los hay con tradición histórica y los hay de nuevo diseño”.

La Tuna que viene
Bueno, y ahora más recientemente leemos al maestro Moran, en AVENTUNA, entregando su visión para el próximo milenio de “la tuna que viene”(*):
“Estas líneas solo trazan un leve y desordenado esbozo de algunos males que, a mi entender, afectan de forma desigual a demasiadas Tunas en la actualidad. El asunto merecería un estudio profundo. Y no pretendo sea ni quede como una mera recreación de los mismos.

1.- Por mucho que estemos enfundados en un mismo atuendo, cada persona es distinta y no seria posible ni recomendable que todos fuéramos copias de un mismo molde. Intentar una uniformidad seria recortar las alas a una tradición caracterizada por la espontaneidad. Pero tan indeseable es que cada uno campe a sus anchas, haciendo lo que le dé la gana, ignorando el camino recorrido, que se cuenta por siglos.
Cuando se decide entrar en una Tuna, las referencias más llamativas son vestimenta, alcohol y juerga. La Tuna es bastante más que eso. Uno no sabe realmente dónde se mete: de ahí que entre de novicio. La Tuna es un camino a recorrer. Los veteranos deben guiar al novato dando buen ejemplo, enseñándole el respeto por el atuendo y la tradición de la que va a formar parte, el compañerismo, etc. No se trata de que todos se salgan estudiosos de la Tuna, sino que tengan suficientes elementos de juicio para saber dónde se han metido, decidiendo si continuar o no y poder entregar un digno testigo a futuros componentes. Algunos quieren llegar a veteranos para hacer lo que les venga en gana.
El novato cree lo que le cuentan, lo hace suyo y asimila los comportamientos que ve a su alrededor casi como dogma de fe. Cuando se llega a tuno no suele aceptarse que algún “iluminado” diga cosa distinta, porque el tuno ya sabe todo...

2.- Desde fuera, cada vez menos tunos conocen la simbología de la Tuna, su tradición y su significado. Otras veces algo se ha oído “poniéndose el resto”, dando por sentado zarandajas tales como que las cintas blancas sólo pueden ser recibidas de las novias, supuestos privilegios otorgados por no sé quién, etc. Las Tunas que hacen uso de los ritos se cuentan con los dedos de una oreja. Se ha perdido el hilo conductor de la tradición, cogiendo sólo lo que viene bien.

Es común oír hablar de no sé qué raigambres de escudos, becas y faroles. Lo único cierto es que la beca era prenda de colegiales en el antiguo régimen, apareció mayormente tras la guerra civil. Ha habido disputas por el tono del color de la beca de tal o cual Facultad, cuando las únicas referencias se centran en estudios como medicina o Derecho. Guste o no, con la proliferación de titulaciones tuvieron que inventarse los colores. Se oyen y leen historias, casi leyendas sobre la procedencia del atuendo. En Diario 16, de 3.01.90, se lee, en boca de un veterano, “procede del reinado de Felipe II, monarca en cuyo recuerdo y conmemoración todos los tunos visten de negro....”.

Hay tunos que parecen los soldados que conquistaron Perú, otros toreros...se ven botas altas, pañuelitos de colores en la garganta y gafas de sol, aunque se esté en un lugar cerrado con buena temperatura. Otras veces son cintas en la cabeza a lo “Karate Kid”...
En los Certámenes algunas Tunas padecen una especie de endogamia, cerradas al resto, junto a los clásicos “abrazafarolas” para hacer ver - sólo si hay gente delante- que “se es conocido por todos”. Ahí están también las rivalidades y envidias tontas.
Son comunes “hazañas” tales como el vaciado de extintores en hoteles, faltar al respeto a las chicas (que ya no son sino “zorras”) y ofrecer en la calle un penoso espectáculo que alcanzará al resto; la gente no hace distingos y la Tuna que deje “su rastro” condena a la que venga después, ¡pues qué bien, haciendo el juego a la gente que nos tiene ganas!. Claro que hay tunos que ríen estas “gracias”.

Hay sitios en los que sólo se puede parchear bajo permiso de la Tuna “dueña” del territorio, como lo de las cinco Familias de New York. Algunas parecen 'La Tuna S.A.', y a este paso cotizarán en la bolsa.
Nunca he entendido el arrinconamiento del repertorio popular español, y la sonrisa que parece decir: “¿De dónde han salido éstos?”. Al tiempo muchas tunas pasarían, salvo por el atuendo, por grupos de los Andes. ¿Por qué esa constante réplica de las canciones sudamericanas del último disco de grupos (sin duda dignos de admiración) como los Sabandeños? Señores, la Tuna es la Tuna, como los Panchos nunca interpretaran “Barrio brujo”.

En las últimas décadas, han desaparecido más instrumentos clásicos en la tuna que en siglos anteriores. Los populares, ni citarlos. En cambio no se duda en introducir instrumentos del folklore sudamericano. Pero decir que la Tuna es cosa de muchos siglos, luce...

Se oyen letras de canciones cada vez más alejadas del texto original. Así, por ejemplo, en “La morena de mi copla” (Julio Romero de Torres), dice: “...sobre la juerga gitana” suele cantarse cosas como “la fiesta garitana”, “la venta de Erittania”, “la venta de Litaña”, “la venta gaditana”, etc. Cada vez ocurre con más cantares.

Puestos a exigir, seamos coherentes: si casi es delito no llevar capa en un escenario, también debería serlo no portar cualquiera de los sombreros estudiantiles tradicionales o interpretar cantares ajenos al repertorio estudiantil. Hay ciento de cantares estudiantiles y otros tantos populares: no será por no haber donde elegir. No es lo mismo portar algún adorno que ir cargado de 'pins' (¿por qué no alfileres?) cual puesto ambulante de feria, tapando incluso la beca.

3.- Resulta paradójico hablar de medidas correctoras en una tradición espontánea por naturaleza, pero llegados a este punto me permito proponer las siguientes:
Dar ejemplo, colectiva e individualmente, irradiando otra imagen, otros comportamientos.
En los certámenes, marcar límites precisos en temas como la vestimenta, comportamiento o repertorio, penalizando lo ajeno a la tradición y puntuando la recuperación de instrumentos, costumbres o cantares. Y que llegado el momento, se aplique. Si se realizara de continuo, empezaríamos a enderezar el rumbo.
Leer libros sobre la Tuna, visionar y comentar videos de certámenes. Se hace imprescindible que cada Tuna tenga un archivo.
Tomar conciencia de la responsabilidad que supone llevar el traje, no solo individual, sino también para el colectivo.

Recuperar canciones populares de ronda. No hay rincón de nuestra geografía que no tenga un rico repertorio. Aceptar canciones de otras Tunas: no se es menos por ello.
Ignorar y arrinconar aquellas Tunas “famosas por sus proezas” en tanto no cambien, o sus componentes no tomen medidas.

Cada Tuna podría elaborar un código interno de conducta de obligado cumplimiento.
Así que manos a la obra, esto es tarea de todos nosotros.

(*) Artículo publicado en la Revista Aventuna Nº 66, 1998, ejemplar monográfico titulado “La Tuna en el 2000”, editada bajo la dirección de Diego Callejón “Sir Percy”. Es posible contactarla o suscribirse enviando correspondencia a su dirección de: Tarragona 104, 10º 2ª, 08015 Barcelona ó en Rambla de Catalunya 33, Enlo. 2ª, 08007, Barcelona, España.

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