Prendas en el estilismo del tuno

Aparte usos y costumbres, si algo ha variado poco, a través del tiempo, ha sido su vestuario de la tuna. Aquel que a sus corales de estudiantes les ha valido el sobrenombre de grillos, cuervos o, simplemente, pájaros. Una indumentaria de rasgos distintivos y simbólicos, frente a la cual, cualquiera sabe ya lo que se avecina...
Camisa: Debe ser siempre de color blanco y dispone de generoso cuello y puños, a menudo rematados en puntillas. Aparece bajo el jubón.
Jubón: Surgido en España hacia el siglo XIV y popularizado, dos más tarde, como chaqueta prêt a porter, el tuno se la ciñe desde entonces al cuerpo.
Bombachos: Se cierran sobre sus pantorrillas, ganando en anchura hasta la cintura. Son los pantalones tradicionales del tuno, también con pedigrí.
Gregüescos: Admiten el sinónimo de cervantinos, planteando una alternativa a los bombachos. Tan anchos como ellos, en clave de calzones, nuestro Siglo de Oro los puso de moda.
Calzas: Cubren el pie y la pierna, a modo de malla, recordando el aspecto juglaresco de los sopistas. Las calzas pueden surgir bajo los gregüescos. Pero, acompañadas de bombachos, se convierten en medias calzas o sólo en medias.
Zapatos: También presentan señas de identidad cuasi medievales, cuando no resuelve el tuno su calzado con botas de aspecto más intemporal.
Beca: Alude a la banda colorista que, sobre el jubón, cruza transversalmente el pecho lobo del tuno. Ahora, los tunos mayores se la entregan al tuno recién llegado, a modo de espaldarazo, con los colores y el bordado de la facultad universitaria a la que defenderá cantando. Antes, además, daba a entender que el tuno estaba becado.
Capa: Cubre todas la prendas anteriores, sugiriendo su porte donjuanesco y viajero. Demuestra, aparte de todo, su currículum de vividor, puesto que exhibe los escudos de las ciudades visitadas y, en las cintas que cuelgan de ella, los piropos de las mujeres a las que ha cortejado. La prueba de su galanura...

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