
En 1538 se dictó una norma que sería el origen de la distinción entre novatos y veteranos, la “Instrucción para bachilleres de pupilos”, que ofrecía vivienda a los estudiantes pobres, en la que los estudiantes más veteranos, “bachilleres de pupilos”, debían apoyar en los estudios a los nuevos. La puesta en práctica de la ley consistió en realidad en que los estudiantes nuevos hacían de “escuderos” de los más experimentados y a cambio estos les enseñaban no a estudiar, sino a llevar vida alegre y pícara.
Los sopistas empezaron a formar grupos, juntándose para “correr la tuna“, no sólo por cuestión de supervivencia, sino por ociosidad, lo que incluso hacía que estudiantes acaudalados se uniesen también buscando divertimento. Una de las descripciones más claras de este aspecto se la debemos a Mateo Alemán, que en su libro “La vida del Pícaro Guzmán de Alfarache” de 1599, dice de ellos: “… no querían ver libro, ni atender a lo que habían venido a la Universidad; jamás se les caían las guitarras de las manos, daban mucho entretenimiento, cantaban muy bueno sonetillos y siempre tenían de nuevos, y los sabían hacer muy bien y pasar el instrumento”.

Aunque es una tradición muy española, no hay que olvidar que está extendida por toda la Península Ibérica, dando lugar a dos tipos diferenciados en Portugal y en España, si bien el modelo español es el que se sigue en las tunas iberoamericanas y en las existentes en Francia, Bélgica, Alemania, Holanda y Japón.
Las tunas de Europa también cantan en español, aunque las hay como la de Ciudad de Luz de Eindhoven, cuyos componentes son casi todos de origen holandés, mientras otras como la Tuna Universitaria de Distrito de Bruselas cuyos miembros son españoles o hijos de españoles.
Amén de vestir ataviado con la clásica capa, los instrumentos imprescindibles en una buena tuna son la guitarra, la bandurria, el laúd y como no, la pandereta.
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